Pero, de repente, a mitad de la madrugada, se da cuenta de que no hay nada más que soledad; de que se encuentra solo en medio de aquel barullo de personas que, como él, van y vienen, se mueven de un lado a otro sin pararse a pensar en aquel a quien tienen al lado. Sé da cuenta de que no quiere ser como ellos, de que no quiere ser un mero espectador del mundo que le rodea, quiere participar de él, mezclarse con la gente, crear vida en vez de ilusiones. Vivir en vez de sobrevivir.
Y tan sólo unos instantes después, las palabras de decadencia:
Viví, sufrí y amé, vale y ¿ahora qué?
¿Cómo se soluciona esto?