martes, 16 de noviembre de 2010

Belladona

Desde hace ya dos años, en las calurosas noches de verano, nunca duermo en casa. No os dais cuenta y cuando dormís, yo me escabullo entre las oscuras calles de esta tediosa ciudad hasta llegar al mismo sitio de siempre. Ellos se ocultan entre los callejones del casco antiguo. Yo me escondo y los contemplo en silencio.
Sus danzas incesantes los mueven al ritmo de la sutil música que ondea en el aire cual bandera que reclama independencia. Sus dulces rostros, su pálida piel, sus extraños ojos, sus miradas lascivas...
Se refugian en la danza, pero también en la poesía. La danza complace a sus cuerpos y la poesía a sus mentes.
Espíritus se elevan en tal magnífica velada.
Ellos alzan sus cervezas y brindan. Ellas se contentan con belladona. Luego todo cambia. Se acaba la calma. Entran en un estado de embriaguez que les hace salir de sí mismos....
Después, los aparecidos apagan las velas con un sutil soplido mientras los demás seres se desvanecen hasta desaparecer por completo.